lunes, 8 de octubre de 2012

Para quienes creen en la magia de la vida

Muchas veces, la inercia de la ajetreada rutina cotidiana nos arrastra a devorar la vida sin la necesaria pausa para degustar la especialidad que la compone. 

Día a día nos levantamos con pereza y pesadez, seguidamente nos vestimos y salimos a la calle para realizar de manera casi autómata aquellas tareas rutinarias que de alguna forma han llegado a nuestro quehacer. Paramos brevemente para comer rápidamente mientras pensamos en todo aquello que deberemos hacer a continuación y, ya con la pesadez de la digestión continuaremos con nuestras tareas, ya sean estas trabajar, tomar un café o ver la televisión. Y cuando el Sol se pone, y nos recogemos un día más para estar listos para un nuevo día, muchas veces tenemos la sensación de estar envueltos en una rutina insulsa, en la que los días pasan de una manera tan deprisa que podemos a llegar sentir de una manera casi vertiginosa no haber vivido nada especial. Y, puede, que el problema no sea tanto nuestra rutina como la manera de degustarla. Porque, como si de un plato de comida se tratara, todos los seres humanos tenemos la libre posibilidad de elegir cómo saborearlo cada día.

Tenemos la posibilidad de tratar este plato que representa nuestro día de hoy como un plato normal, que degustaremos rápido, sin esperar gran cosa, sin mucho valor ni importancia. Pero esta forma de comportarnos no estará muy alejada de la que le daríamos a la ingestión de cualquier menú que pidamos en un cualesquiera restaurante de comida rápida. Pero
, esto, no se corresponde con la realidad.

La magia de la vida lo que nos ofrece cada día después de levantarnos es un manjar de uno de los mejores restaurantes del mundo, cocinado por el mejor cocinero del universo, el Gran Chef, con un valor o precio, simplemente incalculable. Entonces, ¿Por qué no comportarnos tal y como lo haríamos al acudir a un restaurante de estas características? Tomar consciencia de que vamos a degustar una maravillosa delicatessen y sentarnos a la mesa con expectación, comportarnos de manera elegante y comenzar a degustar con calma y atención esa especialidad de la vida que tanto tiempo ha llevado a Alguien cocinar. Y entonces, con esa actitud, tendremos la capacidad necesaria para percatarnos de cada esencia de ese manjar, para fijarnos en su textura, su temperatura, su aroma y sacar las delicias de las que se componen su salsa.

Somos libres para elegir entre estas dos maneras de vivir el tiempo que nos prestaron para estar aquí.


Pero sólo aquellos que son capaces de elegir la segunda opción son capaces de encontrar cada día, después de levantarse, el momento mágico de la vida. Ese momento, puede estar escondido en una sonrisa de quien nos sirve el café, en un mensaje de alguien que apreciamos, en un regalo inesperado, en la contemplación de algo que hasta hoy nos había pasado desapercibido a pesar de transitar por allí todos los días, en conocer a alguien y alimentarnos de su sabiduría, en la lectura de un texto enriquecedor, en una puesta de Sol y tantas e infinitas cosas que cada día la vida nos pone sobre la mesa.


Sólo seremos capaces de darnos cuenta de estos momentos mágicos cuando nos tomemos cada día de nuestra vida como un plato de lujo.


Te aseguro que cada día de tu vida tiene, por lo menos, un momento mágico y que lo único que hay que hacer es saber apreciarlo. 


Cuando, inesperadamente, te tropieces con ese momento, simplemente, disfrútalo al máximo de las posibilidades. 


Y, entonces, descubrirás la magia de un día cualquiera.

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