martes, 2 de julio de 2013

La magia dell'amore

Crecimos, y dejamos de creer que nuestros juguetes tomaban su propia consciencia cuando abandonábamos la habitación. Descubrimos que no existían monstruos, ni reyes magos, ni ratones que construían lujosas mansiones en auténtico diente tallado. Quisimos hacernos mayores y no pudimos seguir creyendo en hadas, príncipes, princesas, leyendas de magos. Pasamos a dejar de creer en lo fantástico, sin darnos cuenta de manera consciente de que poco a poco íbamos perdiendo el aroma especial con el que se perfumaba nuestra niñez. Satán pidió la entrega de nuestras fantasías más oníricas a cambio de una ansiada madurez, nuestras relucientes pupilas dejaron de parpadear inocentemente mientras escuchábamos atentos mirando hacia arriba y, entonces, la vida perdió su magia.

Aquel primer amor nos regaló tantos momentos llenos de magia, conseguimos volar, flotar, colgarnos del cielo, soñar... pero cierto día de pronto se fue y nos dejó un corazón herido, descolocado, desencantado, lleno de dolor y de rabia. Y de la misma forma que se fue un día aquella infancia plagada de infantiles sueños y estrambóticas creencias, sin daros ni cuenta, algunos creasteis un corazón ateo que dejó de creer en la magia del amor. Y basasteis este ateísmo en un estúpido y engañoso argumento empírico: el de que todos vuestros sueños de romances infinitos habían resultado tristemente tener, hasta el momento, un final. Y, así, con el tiempo, transformasteis el amor en una cuestión cabal. En una rama de la vida en la que se deben tomar en cuenta los aspectos objetivos del entorno, léanse distancias, anteriores y "dramáticas" experiencias, diferencias de edades o cuestiones relativas a un vacío trabajo. Os convencisteis de que el amor debe ser un sentimiento que se tiene que adquirir con cuidado y estudio, casi como quien se adentra en  un camino plagado de peligrosas trampas y destructivas minas anti-persona.
Craso error.
Porque el amor no entiende de bombas, de tiempos, de distancias, ni de edades. El amor no entiende de ningún tipo o clase de límite. El amor es la cuestión más irracional naturalmente contenida en el ser humano. El amor es básicamente mágico.
Porque el amor se encuentra en nuestros pensamientos más inconscientes, allá donde se esconden nuestros sueños y nuestros recuerdos de juguetes que otrora sobrevolaron el cielo de nuestra habitación. El amor nos convierte en personas fantásticas, que brillan y hacen brillar. Eso, es magia. Y nos permite soñar con aventuras que nunca antes llegamos a imaginar. Eso, también es magia. Y puede hacernos y nos hace olvidar y borrar totalmente de nuestra mente, durante largos instantes, todo rastro del lugar en el que nos encontramos incluso dejando de sentir en nuestro cuerpo la presión con la que demostramos la existencia de la gravedad física; y resulta que todo esto ocurre por cerrar los ojos, rozar unos labios y sentir la suavidad al hechizo de las caricias del roce de dos pieles y la seductora calidez personal de un aliento. Y, eso, también es magia. ¿Hay algo más mágico que pensar en alguien y sentir un cosquilleo en el estómago? Que alguien me lo explique cabalmente.
Entonces, por qué os empeñáis en transformar en real algo que en realidad es pura fantasía. Por qué os empeñáis en poner escaleras, reglas, razonamientos e incluso tácticas a algo que se asienta directamente sobre lo ilógico. Y por qué os empeñáis en poner coto a vuestros impulsos; por qué carajo os empeñáis en poner una valla donde rompen las olas del mar.
Seguir creyendo en la magia que contiene la vida es sacar ese niño inocente e iluso que todos tenemos dentro. Es, en mi opinión, permitir que la vida tome un cariz mucho más interesante y misterioso.
Seguir creyendo en la magia del amor sin poner reticencias a la entrega de nuestros sentimientos, con toda nuestra ilusión, aceptando simplemente que alguna vez pasada nos equivocamos al elegir las manos sobre las que debíamos depositar tal descomunal tesoro, es volver a conectar nuestro alma con el universo, es permitirnos a nosotros mismos vivir la esencia más pura del romanticismo, es alcanzar la posibilidad de sentir muchas cosas como parte de una divinidad absoluta, es soñar el presente y vivir el futuro y, es, también, ser valientes.

2 comentarios: